11 Mar
11Mar


"No se trata aquí de un llanto ruidoso y entrecortado; por el contrario, quien se bebe las lágrimas llora silenciosamente, serenamente. El llanto fluye de sus ojos ininterrumpidamente, en una corriente que no por muda es menos conmovedora."  

Isabel Delgado de Labrorde


El agotamiento laboral: Un problema normalizado

   Mas de una vez nos agotamos por nuestras responsabilidades. Comúnmente las demandas físicas y mentales exceden nuestras capacidades y decimos: ¡ya no puedo más! o ¡me drené! Este exceso de demandas viene acompañado de situaciones con las que hemos aprendido a vivir: agitación, nerviosismo, perdida o aumento de peso, dificultades para concentrarse, fatiga, irritabilidad, jaquecas, tensión muscular o trastornos del sueño.


Viviendo al límite: Lo que no me mata me hace más… daño

   Nuestros límites más comunes son asociados a la muerte o a la violencia explícita. Cualquier otra cosa es permitida en el ambiente laboral: llorar por ansiedad, dormir menos, salarios que no permiten calidad de vida, trabajar sin paga en el hogar por largas horas o tener poco tiempo familiar. Creemos que nuestro límite será cuando: lloremos sin control, agredamos a nuestros superiores o nos desmayemos sin conciencia. Sin embargo, de vez en cuando: se nos sale una lagrima, apretamos los puños o evadimos el mundo. Quizás hace tiempo sobrepasamos nuestros límites laborales, pero no nos percatamos.


Cinco banderas rojas normalizadas

   Sin darnos cuenta, hemos normalizado y aceptado el agotamiento laboral de 5 formas: Despersonalización, Cinismo, Falta de realización, Desconfianza y Somatización.


1. Despersonalización: “Cuando trabajo soy una persona y afuera soy otra”

   Despersonalización es cuando nos sentimos separados del mundo o de nuestra propia experiencia. Comúnmente nos distanciamos diciendo: “no es mi culpa, es del sistema”, “yo no hago las reglas aquí”, “soy otra persona en mi trabajo” o “hay que dejar las emociones a un lado para trabajar”. Creemos que lo que hacemos no es parte de nuestra identidad, sino que son obligaciones inevitables de nuestros roles.


2. Cinismo: "El mundo es cruel y despiadado" 

   Antes que el agotamiento y el cansancio nos lastime, pensamos: “está mal, pero si no lo hago yo lo hará otra persona”, “puedo hacerlo mejor, pero no vale la pena”, “me callo para no poner en riesgo mi posición”, “es mejor pedir perdón que permiso” o “le sonrío, aunque me cae mal”. Para cumplir nuestras responsabilidades nos distanciamos de la culpa y la vergüenza. No decimos que somos personas cínicas y crueles; lo adornamos diciendo que tenemos rigidez y mucha estructura. Pensamos que tenemos derecho a ser crueles, pues sentimos que el mundo, el trabajo, la economía, la salud, la familia, la vida, … o lo que sea, fue cruel primero.


 3. Falta de realización: “Por más que trato, no salgo del hoyo” 

   Intentamos, nos esforzamos, seguimos nuestros deberes y nada mejora. El agotamiento laboral puede estar disfrazado de ineficacia: “no puedo más”, “no soy capaz” o “nada me sale bien”. No sentimos progreso, porque la vida nos sorprende con nuevas responsabilidades. Las metas claras nos pueden dar dirección, pero un exceso de metas puede quitamos el sentimiento de realización. Es como caminar por la vida y sentir que nada pasó. Sentimos que hicimos mil cosas, pero nunca es suficiente para nosotros u otras personas. Nuestras responsabilidades son más grandes que los pequeños detalles hermosos que nos rodean. El agotamiento laboral no siempre es estresante, puede atacar nuestra autoestima y hacernos sentir incapaces de formas muy diversas.


4. Sospecha y desconfianza: “No puedo delegar” 

   La sobrecarga laboral nos hace sospechar de quienes nos rodean. A veces no vemos a la gente como personas, sino como cargas que añaden responsabilidades. Comúnmente anticipamos las intenciones de las personas: “aquí viene a quejarse otra vez” o “qué vienen a pedir ahora”. Tenemos razones para desconfiar, pues nos sentimos rodeados de personas quejosas, incompetentes, demandantes o detestables.Sin embargo, detrás de la sospecha y la desconfianza hay sentimientos de soledad, incomprensión o falta de apoyo. Detrás de cada “no confío en ti” hay un “solo puedo confiar en mí”. Valoramos a las personas según sus competencias o capacidad para aportar. Pensamos que estamos bien, pero nuestra desconfianza no nos permite delegar responsabilidades en otras personas.


5. Somatizar: El cuerpo pagando facturas emocionales

   Somatizamos cuando nuestras emociones se expresan físicamente. Esto ocurre mayormente cuando se nos dificulta apalabrar lo que sentimos o cuando nos presionan emocionalmente. La sobrecarga de responsabilidades puede ocasionar: mareos, agitación, trastornos digestivos, infecciones o salpullidos en la piel. También, podemos sentir dolores crónicos en la cabeza, espalda o el pecho. Raras veces vinculamos nuestros estados corporales con nuestras emociones. Solicitamos servicios psicológicos como última opción; luego de agotar los recursos médicos. Podemos sobrellevar nuestras responsabilidades a la perfección, pero nuestro cuerpo nos grita que paremos. Parte de madurar es poner en palabras nuestros estados corporales.


Propuesta: Relax…

   Nuestro cerebro no está hecho para tener siempre una actitud positiva en constante iniciativa. Hemos confundido la autorrealización con nuestra capacidad de producir. Esto es normal, pues sentimos progreso cuando cumplimos nuestras metas. Sin embargo, en una sociedad donde se alaba la multitarea se pierde la capacidad de contemplar lo que tenemos en frente. Cuando nos sobrecargamos, el tiempo pasa rápido y se pierde el sentido de lo que hacemos. Por esta razón, se recomienda tener espacios de contemplación y calma. No hay que bebernos nuestras lágrimas en soledad, pues es común sentirnos mal en una sociedad tan demandante. En psicoterapia, algunas personas mejoran solo al estar en un lugar sin tantas demandas, exigencias o juicos. Quizás no puedes dejar tus responsabilidades por razones familiares o económicas, pero sí puedes tener un espacio para tu cuidado emocional.



Video recomendado  

     Me gustó mucho la charla de Carl Honoré sobre la lentitud; !Aquí el video!. Aunque es un poco largo, genera propuestas interesantes que nos puede ayudar a tener una vida más relajada. 

Elvis Candelaria Sánchez  

Psicólogo Clínico

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