26 Mar
26Mar

"Con una esperanza desesperada la busco por todos los rincones de mi habitación; y no la encuentro. Mi casa es pequeña y lo que ha salido de ella una vez nunca puede recuperarse… He llegado al borde de la eternidad, desde la cual nada puede desaparecer: ni la felicidad, ni la imagen de un rostro visto a través de las lágrimas. ¡Oh! Sumerge mi vida vacía en ese océano, húndela en la más honda plenitud. Déjame sentir por una vez en la totalidad del universo ese dulce contacto perdido. 

Rabindranath Tagore 


          Una parte de nosotros muere cuando perdemos a alguien. Desaparece la forma única de relacionarnos con esa persona. Esa manera de relacionarnos, reír, llorar... En otras palabras, sentimos que muere también nuestra forma específica de SER con esa persona. Cuando esto sucede, cinco procesos sobre la muerte y el duelo sobresalen: la negación, la ira, el pacto, la depresión y la aceptación."

1) Negación y aislamiento: ¡Esto no puede ser verdad!

          “El doctor se equivocó… no pasará nada”. A veces necesitamos negar la realidad cuando es demasiado abrumadora. La negación absorbe el impacto de noticias inesperadas. Necesitamos la luz del sol para ver, pero no siempre es necesario ver el sol directamente. La negación suele ser temporal y permite que nos adaptemos progresivamente. Es normal soñar despierto o pensar cosas alegres cuando nuestra realidad es insoportable. La necesidad de pensar en la pérdida tendrá su momento. 

2) Ira: ¡Por qué me tiene que pasar a mí!

          El coraje, la envidia y el resentimiento se desplaza a todos lados. Descargamos nuestra ira al azar cuando sabemos que fallecerá alguien que amamos. Bajo la ira decimos y hacemos cosas que no queremos. Si nos damos cuenta, sentimos vulnerabilidad, culpa o vergüenza. Debemos preguntarnos: ¿de dónde viene mi enojo? Es posible que encontremos cierta envidia de quienes están en mejor situación. Sin embargo, detrás de la queja hay gritos que dicen: “¡estoy vivo aún!” o “¡no te vayas todavía!”. Con un poco de respeto y comprensión se puede bajar las defensas. Por más irracional que parezca, debemos escuchar nuestra ira y la de otros durante el duelo. 

3) Pacto: Hago lo que sea… pero no mueras

          Le pedimos a Dios, al destino, a la suerte o a la ciencia que posponga la muerte de quienes amamos. Intentamos pactar diciendo: “si no muere, te prometo que seré…” o “si mejoro prometo que no volveré a…”. Deseamos hacer pactos y tratos, mayormente en secreto, para pedir favores. Pensamos que podemos ganar más tiempo con nuestra buena conducta. Detrás del pacto puede haber sentimientos de culpa u hostilidad profunda. 

4) Depresión: Una parte de mi se va

          La depresión en el duelo es causada por el sentimiento de pérdida. La depresión puede alivianar el impacto para cuando llegue el momento. Sí, estaremos tremendamente tristes si una persona querida fallece. No solo perdemos a la persona, sino que perdemos nuestro estilo de ser con esa persona. Expresa tu dolor, puedes estar triste y que nadie diga lo contrario. La tristeza nace del amor y la relación que teníamos. Expresar tu dolor facilitará la aceptación final. 

5) Aceptación: Me duele… pero estoy en calma

          La aceptación es la última fase. Comúnmente la sociedad presiona para que aceptemos la muerte fuera de tiempo. La aceptación es el efecto que surge de las etapas anteriores. Cuando una persona acepta la muerte vemos que su depresión, enojo o envidia disminuye. Es posible que la persona que está por fallecer acepte su propia muerte primero que nosotros. Aceptar la muerte no se trata de estar feliz, se trata de sentir menos depresión, ira o culpa. En la aceptación, la familia necesita más ayuda que la persona que fallecerá. Muchas familias sienten que aceptar el proceso de muerte es sinónimo de distanciamiento físico o emocional. En esta etapa podemos acompañar a la persona moribunda en silencio. La comunicación ya no es bidireccional. Solo con estar le haces sentir que estás disponible. Kübler-Ross decía que “cuando ya no hay conversación, una presión de la mano, una mirada, un recostarse en la almohada pueden decir más que muchas ruidosas palabras”.

Hablemos sobre la muerte 

          ¿Podríamos hablar de la muerte igual que hablamos del nacimiento de alguien esperado? No hay nada más natural en la vida que la muerte. Sin embargo, suele ser tabú y no es tema de conversación. No hablar de la muerte bloquea una riqueza de la vida. A nuestra familia le llegará y a nosotros también. ¿Cuán fácil sería aceptar estos procesos si lo habláramos más? Quizás tenemos ganas profundas de hablar el tema con nuestro/a padre, madre, abuelo o abuela. Hablar de la muerte puede mezclarse con la necesidad de expresar sentimientos profundos. Para bien o para mal, ¿necesitamos sincerarnos sobre la muerte?, ¿sabemos que no es para siempre?

Esperanza: Lo último que muere               

          En todas las fases está presente la esperanza. La esperanza nos da ánimo y ganas de vivir. Irónicamente, la pérdida de esperanza puede ser también positiva. Por ejemplo, hay personas que antes de fallecer dijeron: “doctor, creo que ya está… estoy dispuesto y no tengo miedo”. Debemos tener sincronía con las esperanzas de quienes nos rodean. Si no tienes esperanza, podemos acompañarnos y compartir el dolor. Si tienes esperanza, podemos animarnos y buscar cierta aceptación. Está bien sentir duelo a nuestra manera, pues es el precio que pagamos por amar. 


Lectura recomendada 

          La información que utilicé para este escrito surge de la autora Elisabeth Kübler-Ross. Su libro Sobre la muerte y los moribundos es uno de los más utilizados para comprender los procesos sobre la muerte y el duelo.

Elvis Candelaria Sánchez  

Psicólogo Clínico


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